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Para mi cariño.

Para mi cariño.

Erase una vez  una princesita muy y muy terca a la cual todo el mundo llamaba Francis, en honor a una vieja mula que había sido protagonista de muchas películas y series de televisión.

La princesita Francis tan terca y obstinada era, que tenía una cabezota  más grande que un calabazón.

Hay mucho más a contar de la Princesita Francis, esta vivía en un castillo poco accesible y solitario, y cuando alguien llamaba a la puerta del castigo gruñía y gritaba “fuera de aquí, que a nadie le es permitido entrar en mi castillo”.

Y cuando los aldeanos, caballeros, príncipes, zánganos y trovadores, oían esa voz de enfado empavorecidos huían asustados de las proximidades del castillo de la Princesita Francis.

Había una leyenda en las aldeas próximas al castillo de la princesa, que decía que la princesa  era tan terca, obstinada y malhumorada que era prima del Príncipe  que se casó muchos años atrás con la bella hija de Maurice, un inventor algo loco y despistado que había vivido en una aldea cercana.

La Princesita Francis, por unas mal adicciones de su pasado, se veía a sí misma, como una joven egoísta y con corazón de piedra que la hacía ser desconfiada y terca en no querer ver todo lo bonito que había en ella.

Una noche de tormenta y cuando menos la Princesita Francis lo esperaba, conoció al Príncipe de las Tierras del Norte, el cual era igual de  terco que ella.

El Príncipe de las Tierras del Norte, toda su vida había anhelado el amor de una princesita a la cual nunca  había encontrado, hasta aquella misma noche de truenos y relámpagos.

Por razón aún desconocida esa noche de tormenta permitió la Princesita Francis dejar entrar en su castillo al joven Príncipe de las Tierras del Norte.

Dice la leyenda que la Princesita Francis, le permitió entrar en su castillo, simplemente porque creyó que una vez amainada la tormenta, este se iría del castillo y nunca más volvería a saber de él.

Lo que la Princesita Francis, terca como nadie lo había sido nunca jamás, no podía imaginar que el Príncipe de las Tierras del Norte, solo verla al primer instante sintió algo especial y diferente hacía ella.

Mientras duraba la tormenta el Principie y la Princesita Francis, empezaron a hablar, sintiendo este que quizá estaba frente a la princesita que siempre había anhelado, la princesita de sus sueños.

 

Hay que decir la verdad, y no se puede decir que el Principie de las Tierras del Norte sintiera amor en ese primer instante, sino que sintió algo diferente y más maravilloso, sintió como las nubes grises de tormenta iban desapareciendo y daban entrada a unas hermosas nubes blancas y llenas de color por las rayos de un bonito sol que se reflejaban en ellas, dando la sensación de un nuevo empezar lleno de ilusión.

El Príncipe  sintió tras esa noche de conversación con la Princesita Francis, que algo quizá estaba naciendo, algo que no sabía exactamente que era, pero que le estaba llenando de ilusión y esperanza.

A partir de aquel bonito amanecer el Príncipe de las Tierras del Norte, siguió cada noche volviendo al castillo para hablar con la jovencita Princesita Francis.

Era difícil llegar al castillo, era difícil sortear sus muros, era difícil entrar por sus enormes puertas, porque ese castillo con los años de soledad se había deteriorado y vuelto frio como el mismísimo corazón de la princesita, la cual no quería mirar el mundo, la cual no quería mirarse a sí misma y ver lo hermosa que era, la cual prefería tener el corazón de una piedra tan dura como los muros de su castillo.

Una hermosura como persona que desprendía la princesita, que  ella misma por terca y obstinada se negaba a ver,  era ciega, totalmente ciega, era incapaz de ver todo lo maravilloso que había en su interior.

El Príncipe de las Tierras del Norte, no veía el corazón frio y egoísta que veían los aldeanos en la Princesita Francis, sino que veía  toda la magia que había en el interior de la princesita, veía todo su corazón lleno de brillo y color.

Pero la Princesita Francis, por mucho que el príncipe la quisiera hacer ver, seguía terca y obstinada viéndose a sí misma como la veían los aldeanos.

Pero el Príncipe de las Tierras del Norte, seguía cada noche y cada día hablando con ella, y más veía del corazón de color que había en el interior de esta, más veía su brillo y su luz, mas la conocía mas la amaba.

El Príncipe solo deseaba y deseaba estar con Princesita Francis, deseaba encontrarse en su castillo, porque estar con ella era su mundo, su felicidad.

Años transcurrían y la princesita feliz era con el Príncipe de las Tierras del Norte, pero aún en su corazón miedos habían que hacían que esta fuera desconfiada, egoísta y fría. No quería ser así la princesita, no lo quería, pero no lo podía evitar, tantos miedos albergaba su interior que era incapaz de verse maravillosa y prefería ser terca  y obstinada y tener como cabecita un calabazón.

La Princesita Francis, llego momento que prefirió expulsar al Príncipe de las Tierras del Norte de su castillo, expulsarlo con frialdad todo y quererlo muchísimo, todo y estar enamorada de él.

La princesita pensaba que esta era la mejor solución ya que aun terca ella creía que en su corazón solo cabía frialdad y que nunca podría cambiar, ciega seguía al no ver el brillo de su propio corazón.

El Príncipe de las Tierras del Norte, amaba a princesita, la adoraba, era parte de su vida, era su ilusión y su felicidad y como que terco era se prometió nunca dejar atrás a princesita mientras esta también lo amara, y ningún miedo que tuviera esta a ver su propia luz, haría cambiar de opinión al príncipe.

El Príncipe solo se guiaba por la nobleza de su corazón y si este le decía que amaba a princesita, entonces nunca la dejaría caer de entre sus manos y siempre estaría por ella, y de igual manera permanecería a su lado aunque fuera en la distancia.

Princesita Francis, terca y obstinada, en no querer ver la magia que había dentro de su propio corazón y poner en él una muralla de piedra que escondiera toda esa luz  que llenaba de vida al Príncipe de las Tierras del Norte.

Colorín y colorado este cuento aun no se ha acabado, obstinado y terco el príncipe seguirá,  amando y amando a la princesita estará, y nunca permitirá que esta se sienta sola y que olvide ni un solo instante su amor hacia ella nunca desaparecerá.

Princesa, sigues siendo mi todo, y no dudes que me haces feliz, y que en tu interior solo veo una magia que es mi ilusión y que es mi vida. Por mucho que me quieras mostrar un corazón de piedra, en mis manos sigue estando aquel corazón frágil y maravilloso que un día me mostraste y que pusiste entre mis manos y que yo prometí cuidar para siempre como el más bonito tesoro.

Nunca voy a ver el corazón de piedra que me quieres mostrar, porque sé que no existe, y lo sé por una sencilla razón, porque tu verdadero corazón ha estado y esta latiendo en mis manos, lo conozco y lo valoro por ser lo más bonito que jamás he tenido.

Cariño, por favor no me dejes atrás, sé que hay en tu interior, con todos tus defectos y virtudes, y simplemente te quiero  y me haces feliz. Confía en mí y créeme, pusiste tu corazón entre mis manos y estoy seguro que no está hecho de piedra, sino que está hecho de cariño, de sentimientos, de ilusiones  y que está lleno de magia, no seas ciega y mira en el interior de tu propio corazón y veras lo mismo que veo yo, una luz tremendamente hermosa y llena de vida.

T'estimo

 

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